LA COPA DE SANTIAGO

El sentido más obvio de “tomar una copa” es el de salir con unos amigos para compartir un rato de conversación en torno a una bebida, normalmente alcohólica. En el mundo deportivo, en cambio, la copa es signo de victoria, de objetivos logrados y reconocimiento a nuestros esfuerzos; el número de copas conseguidas se suele convertir en una competición para decidir quién es el mejor.

Hace muchos años, también Jesús de Nazaret ofreció una copa a dos hermanos cuando iban subiendo a la ciudad de Jerusalén. De hecho, llegados ya a la ciudad santa, quien bebió la copa fue Jesús mismo y la ofreció también a todos sus acompañantes.

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NUEVOS HORIZONTES

La conversión de San Pablo, Bartolomé Esteban Murillo

Todo comenzó con un fracaso.

Abundaban los filósofos ambulantes y los predicadores de nuevas divinidades. Muchos de ellos tenían éxito. Era una época convulsa, cargada de incertidumbre, con un Imperio todopoderoso que andaba en busca de su alma.

La gente vivía en el Imperio pero buscaba el sentido de sus vidas en otro sitio: el poder y la organización minuciosa no eran suficientes.

Saulo de Tarso también era ciudadano romano, pero vivía en Oriente, arraigado en la religión de sus padres. Él había recibido de su familia esa alma que le faltaba al Imperio. Era tal su celo, su pasión por Dios, que perseguía aquello que podía poner en duda la verdad de sus creencias. Pero, en plena juventud, descubrió nuevos caminos dentro de la religión de sus padres: conoció a los seguidores de Jesús y conoció, sobre todo, al mismo Jesús.

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PLINIO EL JOVEN Y PEDRO EL ANCIANO

«No obstante, afirmaban que su mayor culpa o error había consistido en la costumbre de reunirse en un día señalado antes de rayar el sol para cantar a coros un himno a Cristo como Dios, y obligarse mutuamente mediante juramento no a cometer crímenes, sino a no cometer hurtos, ni robos, ni adulterios, a no faltar a la palabra dada, a no negarse a restituir un depósito si se lo reclamaban».

Aunque había nacido en Como, la preciosa ciudad del norte de Italia que se refleja en el lago que lleva su nombre, Plinio el Joven había hecho carrera en Roma. Con el tiempo, fue nombrado por el emperador Trajano gobernador de Ponto y Bitinia, en la zona de Asia Menor bañada por el mar Negro. Fue un gobernador prudente y eficaz.

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