TESTIGOS DEL AMIGO

MANUEL PÉREZ TENDERO

Un pequeño diálogo entre Jesús resucitado y sus discípulos precede el acontecimiento de la ascensión. Lo narra el evangelista san Lucas al comenzar su segundo libro, dedicado a los orígenes de la Iglesia, el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Creo que este diálogo breve, que intenta responder a uno de los problemas más importantes del cristianismo primitivo, es de una enorme actualidad.

El Maestro y los suyos están comiendo juntos: la fracción del pan es lo que pone en comunión a los discípulos con Jesús y es el lugar en el que se construye la Iglesia; es ahí, también, donde se discierne el momento y se aprenden de Jesús las claves para vivir cristianamente.

Los discípulos expresan sus expectativas: «¿Es ahora cuando restableces el Reino de Israel?». Jesús responde a esa pregunta cerrando toda elucubración sobre el tiempo final y cambiando esta inquietud de los discípulos por una nueva perspectiva: «No os toca a vosotros conocer el tiempo y el momento que el Padre ha fijado con su propia autoridad; al contrario, cuando recibáis el Espíritu Santo, seréis mis testigos en Jerusalén, en Judea y Samaría, y hasta los confines del mundo».

Frene a la perspectiva localista de los discípulos –el Reino de Israel–, Jesús habla de una perspectiva universal: se debe dar testimonio hasta los confines del mundo. Por otro lado, frente a las elucubraciones escatológicas que intentan dominar el fin de los tiempos, Jesús propone el trabajo, el testimonio; frente al «hoy» como final, se abre un nuevo horizonte de testimonio universal: se debe construir el Reino poco a poco.

No es fácil, y puede resultar peligroso en ocasiones, leer desde el presente los textos antiguos: podemos, sin querer, hacer decir al texto lo que nosotros pensábamos previamente; entonces, ya no somos discípulos de la Palabra, sino sus jueces.

En este caso, con temor y temblor, creo que podemos afirmar que es muy actual el diálogo de Jesús con los suyos. ¿No estamos viviendo también hoy una inquietud enorme por el fin de los tiempos? ¿No es esa una de nuestras grandes preocupaciones? Parece que se multiplican los movimientos apocalípticos entre nosotros. Tal vez, el Señor quiera seguir diciéndonos lo que a los primeros discípulos: «No es cosa vuestra conocer el tiempo, dejad a Dios ser Dios, solo él tiene en sus manos los designios de la historia».

Por supuesto que el Reino está llegando a su final, claro que estamos viviendo los últimos tiempos: mañana puede acabar el mundo, porque la historia finalice o porque la muerte me encuentre de repente; pero algo muy distinto es intentar controlar el tiempo o utilizar el miedo al futuro como arma para conseguir nuestros objetivos.

Frente a nuestros deseos de control, frente a nuestros deseos de que sea hoy ya lo definitivo, el Señor nos dirige dos importantes mensajes. Primero, como hemos dicho, que dejemos a Dios ser Dios, que dejemos en sus manos de Padre providente los ritmos de la historia. Por otro lado, frente a los deseos de que todo acabe, el Señor nos envía a trabajar en la misión: «Sed mis testigos en todas partes». Frente a un tiempo que queremos acabar, Jesús abre una geografía universal que nos espera.

Los tiempos difíciles son caldo de cultivo propicio para el surgimiento de movimientos apocalípticos; cuando las cosas van mal, cuando es difícil encontrar sentido y fruto en el presente, queremos que el final se adelante. Esta inquietud es correcta: el Señor mismo ha venido a adelantar el futuro; pero debemos dejar que el Maestro nos corrija para construir una religiosidad más confiada en la providencia y más activa en la misión.

El futuro y el presente son de Dios: nosotros, vivimos de su Espíritu para transformar nuestras inquietudes en testimonio, en misión, que hace llegar a los hermanos la victoria preciosa de aquel que dio su vida por nosotros.

Una respuesta a “TESTIGOS DEL AMIGO

  1. María Angustias Romero Spínola 21 de mayo de 2023 / 3:52 pm

    Totalmente de acuerdo, con lo que dice, don Manuel.
    Vivir confiados en la Providencia de nuestro Padre Dios, y trabajar con alegría, como si su Reino ya hubiese comenzado.
    Que Dios siga derramando sus bendiciones sobre todo hombre de buena voluntad.

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