MANUEL PÉREZ TENDERO

En la primera predicación de la historia de la Iglesia, en la colina del monte Sión, en Jerusalén, Simón-Pedro habló con autoridad y convencimiento. San Lucas, el narrador, nos dice que las palabras de Pedro consiguieron tocar el corazón de sus oyentes; por eso, dijeron: «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?». Pedro contestó con una doble petición: «convertíos y sed bautizados en el nombre de Jesucristo».
Años más tarde, en la primera predicación en Europa –esta vez por boca de Pablo–, se nos dice que Dios abrió el corazón de una mujer llamada Lidia, que creyó en el Evangelio anunciado por Pablo y se hizo bautizar con toda su casa.
Ya anteriormente, en el camino de Emaús, Jesús resucitado se hizo peregrino y compañero de dos discípulos que, aunque no lo reconocieron al principio, vieron cómo su corazón ardía cuando aquel peregrino les explicaba las Escrituras; esta experiencia los preparó para reconocer al Resucitado en la fracción del pan.
Una palabra que llega al corazón es la clave de la extensión del Evangelio. Quizá esté aquí la clave principal de la nueva evangelización, de la misma manera que fue la clave de la primera evangelización: tocar el corazón.
Tiempo atrás, en la época de los profetas, Isaías pedía en nombre de Dios que se le hablara al corazón de Jerusalén con palabras de consuelo.
¿Está llegando la palabra de la Iglesia al corazón de nuestros contemporáneos? Damos catequesis, multiplicamos las homilías, estamos presentes en las redes, pero, ¿estamos tocando al corazón de las personas?
Como en el caso de Lidia, en Filipos, solo Dios puede abrir el corazón, la fe será siempre obra de la gracia; pero, ¿no tendremos que revisar nuestro discurso creyente para hacerlo más profundo, más autorizado, más penetrante, más personal, más del Espíritu?
Durante estas semanas son muchos los niños que se acercan en nuestras parroquias a recibir la Primera comunión; han estado preparándose durante años, semana tras semana: ¿les ha llegado la catequesis al corazón, o será la comunión flor de un día que no suscita creyentes y seguidores fieles de Jesús?
Cuando le preguntaron a Pedro qué tenían que hacer, el apóstol respondió con una doble invitación: convertirse y ser bautizados. ¿No hemos abandonado la primera de estas peticiones para cifrar toda nuestra pastoral en la segunda dimensión? ¿Cuándo se convierte aquellos a los que bautizamos?
También Lidia, antes de bautizarse, acogió las palabras de Pablo: ¿cuándo acogen la Palabra de Dios y creen en ella aquellos a los que estamos dispensando los sacramentos? ¿No hemos dado por supuesta en nuestra pastoral la fe, la conversión, la adhesión al Evangelio?
La misma perspectiva aparece al final del evangelio según san Marcos en las palabras del Resucitado: «El que crea y se bautice, se salvará». De nuevo, junto al sacramento, la fe.
También Jesús, al comienzo de su ministerio, resumía su misión en dos peticiones, en paralelo a la predicación de san Pedro: «Convertíos y creed en el Evangelio».
Las Escrituras dejan clara la forma en que tenemos que evangelizar, aunque nunca será tarea fácil ni dependerá fundamentalmente de nosotros; pero tenemos que estar a la escucha, tenemos que revisar nuestra pastoral y nuestros procesos sacramentales. Debemos aprender de las claves pastorales de Jesús y de la comunidad primitiva: el secreto de la evangelización está ahí, en los orígenes, en la raíz; hemos de escuchar la llamada de la vuelta a las fuentes, debemos estar siempre dispuestos a discernir para ser fieles al origen, a lo que somos.
Llegar al corazón de la persona para suscitar conversión y fe es la clave continua del misterio del cristianismo; también hoy estamos llamados a seguir redescubriendo y viviendo esta clave.
Preciosa y necesaria reflexión sobre la conversión, de nada valen , reuniones, y amistades si Dios no , nos toca el corazón 🙏 y pedir la gracia de la conversión siempre.Gracias D. Manuel
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El Padre Ángel, nos dice que evangelizamos con nuestro ejemplo; lo llama el apostolado de la amistad; conquistamos almas para El Señor, con las obras, la oración y el testimonio de la Fe. Para llegar al corazón del hombre por medio la Fe, se necesita el testimonio de la conversión.
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«Una palabra que llega al corazón es la clave de la extensión del Evangelio».
Lo veo esencial para evangelizar: hablar con la vida más que con la Palabra.
Gracias por tantas PALABRAS que nos llegan muy dentro.
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