El gran problema de la humanidad es la ausencia de Dios.
Algún amigo mío matizaría esta frase y hablaría de la «ausencia aparente» de Dios: él está, pero no sabemos verlo. San Pablo lo escribió en su carta a los Romanos: el pecado embota la mente y nos hace no ver la presencia del amigo detrás de sus dones.
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