«Toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben».
Estas palabras fueron escritas por un cristiano en el s. II después de Cristo y forman parte del llamado Discurso a Diogneto. Estamos en los albores de la Iglesia y este autor anónimo intenta explicar el estilo de vida cristiano. En este párrafo se presenta el cristianismo desde un conjunto de bellas paradojas: existe continuidad, pero también diferencias entre el nuevo estilo de vida y el que siguen los habitantes del Imperio.
Una de estas diferencias radica en el tema de la muerte de los hijos concebidos. Los cristianos, desde el principio, se diferencian de la práctica pagana del infanticidio y el aborto. Como vemos, las cosas no han cambiado demasiado en dos mil años. Viviendo lo que predicaban, los miembros de una nueva religión fueron transformando el alma del Imperio romano.
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